Como la esquizofrenia, personajes que siempre están ahí y parecen tener vida propia, nadie más puede verlos pero te hablan al oído, te muerden. Aquí les presento dos de ellos, con los que hay que convivir día a día.


EL OJO (La Golosina Caníbal). Ahí, el que más me habla del mundo y el que me obsesiona. Es increíble su capacidad de metamorfosis. Puede ser luna, sol, nieve, lluvia y llanto, soledad y oscuridad, gozo y luz, hombre, mujer, dolor y pasión, sexo y erotismo; es la sutileza que une a la virtud con la trasgresión, lo es todo, incluso un ojo. En todo está, siempre está.




EL PERRO. Mención aparte merece este animal, a veces camina a mi lado, a veces me muerde los pies, es una criatura extraña, dual, el mejor amigo del hombre, el hombre, puede estar apacible, pero siempre trae colmillos, está en su naturaleza el morder. Sin confusiones, éste perro se supo acercar, sabe a quién, dónde y cuándo morder. Para bien y para mal, siempre está.



Como una pieza musical, existe un patrón establecido, incluso hay una partitura que indica claramente de que va, pero el músico tiene la posibilidad de tocarla una y otra vez, de diferentes maneras, improvisando, añadiendo, dejando cada vez las huellas de su evolución.

Aquí ocurre lo mismo. Estos personajes que me acompañan me hacen improvisar sobre ellos. Es esquizofrénico, siempre estan sus voces ahí, nunca callan, tienen vida propia, siempre muerden y me observan, me guían, y me enseñan. A su modo.

Estos personajes recurrentes aquí están y aquí seguirán por un buen tiempo.